Presentación en Sevilla de «El Carnaval sin nombre», de Juan Carlos Aragón

El Carnaval sin NombreA continuación reproduzco el texto de mi intervención en la presentación del libro El Carnaval sin Nombre. Ni Mayor el Arte ni Selecta la Chusma, de Juan Carlos Aragón. El acto se celebró en la librería Beta Imperial de Sevilla, el 14 de diciembre de 2012, tras su presentación en Cádiz dos días antes, e intervino también el periodista Fede Quintero.

Presentación "El Carnaval sin Nombre" (Sevilla)

Me he leído el libro de Juan Carlos Aragón, El Carnaval sin nombre, unas cuantas veces, y lo volveré a leer alguna vez más. El motivo es muy simple: este es el ensayo más serio y profundo que se ha escrito sobre el carnaval de Cádiz. El ensayo es un género literario muy difícil, con el que pocos escritores se atreven. Consiste fundamentalmente en una serie de reflexiones, casi siempre críticas, en las que el autor plantea su postura ante un tema determinado. Traducido a lenguaje carnavalesco, significa que el autor debe mojarse con lo que escribe, y en eso Juan Carlos es un experto consumado. Si se me permite la expresión, siempre se ha mojado más que los carajos de La Caleta, ya que optó por el compromiso desde su primera estrofa carnavalesca. Sin embargo, el compromiso no es un camino fácil, y menos si se intenta emprender en solitario. Afirma Juan Carlos que cuando alguien se tira al agua de la piscina los demás le quitan el agua para que se estrelle. Y lleva razón. En su libro podemos observar cómo aquellos que han intentado la dignificación social, económica y artística del carnaval han acabado casi siempre con el agua al cuello o peor, directamente ahogados.

El Carnaval sin nombre es el tercer libro de Juan Carlos Aragón. Los dos anteriores son un poemario, La risa que me escondes, y otro libro de ensayo, El Carnaval sin apellidos. En ambos géneros literarios, poesía y ensayo, Juan Carlos se mueve con la misma soltura, metafóricamente hablando, que Joaquín Quiñones en un tanatorio o que Iñaki Urdangarin administrando una caja de caudales de un organismo público. La poesía y el ensayo, al igual que el carnaval, exigen al menos dos ingredientes básicos: la lírica y la crítica, y en las dos Juan Carlos es un maestro incuestionable. Si a ello le añadimos su estilo cuidado y elegante, su destreza para utilizar la sátira y la ironía, y su habilidad para jugar con las palabras y las ideas, tenemos ya algunos de los factores que influyen en que este nuevo libro, El Carnaval sin nombre, sea de nuevo una auténtica expresión de inteligencia, arte, y rebeldía, tres calificativos que suelen ir unidos, aunque no siempre por ese orden, a cualquier manifestación creativa de Juan Carlos Aragón.

El Carnaval sin nombre es un libro marcado por la honestidad intelectual y por la coherencia, en el que el autor dice lo que piensa y no lo que la gente quiere oír. Por tanto, ni es políticamente correcto, ni es hipócrita ni se queda en indefiniciones ni en medias tintas. Esto de decir lo que se piensa, en carnaval y fuera del carnaval, es y ha sido casi siempre un acto revolucionario que cada vez se practica menos. Como bien señala Juan Carlos, aunque los autores de carnaval dicen lo que piensan, lo que ocurre es que la mayoría de ellos “no piensan, piensan muy poco o no quieren pensar”, y en consecuencia, “o no dicen, o dicen muy poco, o no quieren decir”.

Juan Carlos Aragón piensa que la esencia del carnaval es la voluntad de transgredir, de poner en cuestión las normas, las tradiciones y los convencionalismos sociales. Y si no es así, si no existe transgresión (como ocurre por desgracia muchas veces en la actualidad) el carnaval se queda sin nombre y sin apellidos, y lo que es peor, sin sentido, porque lo que lo define como tal no existe. Por tanto, no podemos llamar carnaval a unas letras que se acobardan ante el poder, que no ponen en jaque al sistema en el que vivimos y que se recrean con devoción en el piropo, la lágrima, el chovinismo, el galanteo y la esquela mortuoria. Y encima, los que hacen esto dicen que cantan por Cai, cuando más bien parece que están cantando el guion de una telenovela mejicana de las que echan a la hora de la siesta.

Juan Carlos Aragón, en este libro y fuera de este libro, se ríe hasta de su sombra, y por supuesto de la sombra de los que se ríen de él, por eso ha asumido como propia y con orgullo la palabra “chusma”, que es el calificativo que tradicionalmente han dado las clases sociales reaccionarias a los hacedores o seguidores del carnaval. Lo mismo que a lo largo de la historia en nuestra sociedad han existido siempre conservadores y progresistas, y partidarios de mirar atrás y de mirar hacia delante, esta chusma no es un cuerpo social único, sino que se divide en dos, selecta y profunda, en función de su actitud ante el carnaval. La chusma selecta defiende con orgullo ideas y valores contrarios a los de las clases reaccionarias, es de mentalidad abierta, amiga de la novedad, enemiga del fanatismo, sensible, racional y crítica. En contraposición, existe la chusma profunda, que es defensora ciega de la tradición, purista, añeja y recelosa ante la novedad. Su defensa de lo viejo le lleva a reproducirlo una y otra vez, sin plantearse innovar o crear, con lo que tiende a homogeneizar la forma de hacer carnaval en detrimento de la renovación y la modernización del concurso.

El problema no es la existencia de dos chusmas, sino que la chusma profunda, con sus cortas miras y sus bajas pasiones, maneja en la actualidad, como si fuera una marioneta de feria, todos los hilos del tinglado carnavalesco. Aunque no es mayoría, esta chusma utiliza mecanismos de fuerza para imponerse, con prácticas que la convierten en una entidad mafiosa y despreciable. Con sus actitudes y sus chanchullos, la chusma profunda es la que ha dejado al carnaval sin nombre y es la culpable de que no sea un arte mayor. Juan Carlos nos describe, con todo lujo de detalles, de qué manera sus tentáculos se extienden como las polillas de los muebles viejos por todos los ámbitos carnavalescos, desde la asamblea de los antifaces de oro a las peñas, desde las redes sociales a la prensa. Así, dentro de la chusma profunda se crean múltiples fenómenos enfermizos, como el del autor ególatra o el del concursista, que no canta lo que le gusta a él ni se atiene a criterios que tienen que ver con el espíritu del carnaval, sino que hace lo que le gusta a los jurados y calla ante los poderes públicos porque son los que luego lo pueden contratar.

Juan Carlos nos advierte de que uno de los fines de la chusma profunda es sublimar lo mediocre para empequeñecer lo sublime, con la pretensión de que los suyos, que son mediocres, puedan conseguir algo de gloria. Por tanto, su principal objetivo es la intervención en el concurso, ya que controlando el concurso puede dar premios y quitarlos, levantar y derrumbar ídolos, poner jurados caracterizados por su incompetencia, su imprudencia y su sentido vengativo, y conseguir que algunos de los jóvenes talentos que podrían despuntar abandonen o tengan que entrar por el aro. En definitiva, si existiera la fiscalía de delitos carnavalescos, a estos representantes de la chusma profunda habría que ponerles una querella de esas que ya la quisieran para sí los terlulianos del Sálvame Diario.

Foto presentación Juan Carlos Aragón (Sevilla)Quiero terminar mi intervención contestando a la supuesta pregunta que alguien me podría realizar de por qué sería necesario leer este libro. He dado con anterioridad sobrados argumentos para aconsejar su lectura, pero creo que el principal es que es una radiografía completa y demoledora de lo que se cocina, se cuece, o mejor, se achicharra dentro del carnaval, sin olvidarse de qué o quiénes son los responsables de tanto desaguisado. A pesar del diagnóstico tan certero que realiza del carnaval, que es casi de enfermedad terminal con respiración asistida, el libro no está escrito desde el derrotismo, sino desde el amor a la fiesta y sin renegar de ella. Sin embargo, este es un amor sincero, que no está cegado por la pasión sino guiado por la razón, y en consecuencia sabe valorar en su justa medida las virtudes y los defectos, los claros y las sombras, los amigos y los enemigos que habitan entre la fauna carnavalesca. Juan Carlos ha hablado mucho en este libro, como sólo él sabe hacerlo, con arte mayor y con lenguaje selecto, con sabiduría y con estilo, con valentía y con inteligencia, desmenuzando la realidad hasta límites insospechados. Pero aún así, no lo deja todo dicho, porque la última palabra nos la ha regalado a los lectores. Después de su lectura, los aficionados también tendremos mucho que decir y, sobre todo, mucho que hacer, pues sus planteamientos no van a dejar indiferente a nadie. Además, con este libro no va a pasar como con La Serenissima. Les aseguro que casi todo el mundo lo va a entender.

Enlaces de interés

Noticia de la presentación en Niuyorkai

Noticia y audio de la presentación en Pito de Carnaval

Fotos de la presentación en Niuyorkai

Otras fotos de la presentación

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