Soldados lucentinos del Ejército franquista fallecidos durante la guerra civil

En los estudios que se realizan sobre la guerra civil, los historiadores tendemos a dar más relevancia a las víctimas mortales de la represión que a los muertos en acciones de guerra o en los frentes de batalla, a pesar de que se calcula que suman unos 300.000 fallecidos entre soldados republicanos y franquistas. Identificar los soldados o combatientes de una localidad fallecidos en la guerra es muy complicado porque con frecuencia la inscripción de su muerte se realizaba en el Registro Civil de la localidad donde se producía, no en la de residencia, así que para contabilizarlos tendríamos que recorrer los registros civiles de muchísimos lugares de España.

Francisco Jiménez Cantero, de 34 años, fallecido el 1 de agosto de 1936 en Puente Genil.

Cuando publiqué mi primer libro sobre la guerra y la represión en Lucena, en el año 1998, ya había comenzado a recopilar los nombres de los soldados lucentinos muertos en los frentes de guerra, pero solo pude descubrir a los del bando franquista, ya que los datos que aportaban los libros de defunciones del Registro Civil se referían en exclusiva a ellos. Nunca se registraron en Lucena los soldados que murieron prestando servicio para la República, o al menos esta circunstancia no se anotó cuando se realizó su inscripción. Según el Registro Civil de Lucena, 40 hombres (entre los que se incluyen uno de Jauja y dos de Las Navas del Selpillar) murieron en acciones de guerra. Sin embargo, a través de las fichas de afiliación a la Falange, del periódico local Ideales y de los testimonios orales obtuve los nombres de otros diez que no aparecían anotados en el Registro Civil. En total, 50 muertos en acciones de guerra mientras luchaban como combatientes o soldados del Ejército franquista.

Portada del periódico Ideales dedicada a varios lucentinos muertos en el Ejército franquista (11 de octubre de 1937).

Esta lista quedó totalmente desfasada en julio de 2017 debido a que el lucentino Francisco Morales me envió una copia de un documento original sin fecha, extraído de los papeles de su abuelo José Morales Mellado, titulado “Relación nominal de los Caídos en esta población durante el Glorioso Movimiento Nacional”, con 115 nombres, aunque existen 14 hombres que no aparecen en ella y que yo he podido identificar por otras fuentes. Se añaden también a esta relación dos nombres más obtenidos de los listados del Santuario Nacional de la Gran Promesa de Valladolid no registrados hasta el momento por mí, con lo que el número total de fallecidos enrolados en el Ejército franquista alcanzaría los 129. A este Santuario de la Gran Promesa, al final de la contienda, desde todas las diócesis españolas se llevaron en peregrinación los listados de los «mártires de la Santa Cruzada», es decir, los soldados del Ejército franquista difuntos y los asesinados por la represión republicana, sin diferenciar en muchas ocasiones a unos de otros. Una página en Internet, «Los otros nombres. Héroes y mártires (1936-1939)» ha publicado los nombres custodiados en el Santuario sin apenas revisarlos, de manera que de nuevo no distingue a los difuntos en combate de los que fueron víctimas de la represión. También da lugar a otras confusiones históricas, ya que hay repeticiones de nombres (por ejemplo, la misma víctima está apuntada en municipios distintos, en el que residía y en el que murió) e incluso anota a fallecidos luchando en Rusia en la División Azul a partir de 1941.

Tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 se produjo la movilización obligatoria en la zona franquista de los nacidos entre 1907 y 1920, con lo que llegaron a luchar en la guerra los varones de entre 19 y 32 años, e incluso mayores y menores que se alistaron de voluntarios. El reclutamiento forzoso se extendió entre el 8 de agosto de 1936 y el 9 de enero de 1939, pues con la sola intervención de las milicias de voluntarios que se formaron en los primeros momentos para apoyar la sublevación militar esta no habría triunfado. La inmensa mayoría de estos soldados se vieron obligados, independientemente de su posicionamiento ante el golpe, sus ideas políticas, su condición social o su educación, a participar en una guerra en la que muchos encontrarían la muerte.

Durante la guerra civil y la dictadura de Franco se denominaba “Caídos por Dios y por España” a todos los que habían perdido la vida a consecuencia de la represión republicana o luchando en las filas sublevadas. El primer homenaje que recibían los que habían fallecido con el “nombre de Dios y de España en los labios” –así se refería el periódico católico lucentino Ideales en su edición del 11 de octubre de 1937 a los soldados del bando franquista muertos en los frentes– era un entierro multitudinario (costeado por el Ayuntamiento, incluida la sepultura y el traslado de restos), con oficios religiosos, coronas de laurel, cierre de comercios, suspensión de espectáculos públicos, himnos con el brazo extendido, vivas y desfiles a los que asistían las autoridades civiles, militares y eclesiásticas –estas, en algunas ocasiones, con cruces alzadas–. El citado periódico Ideales mantuvo una sección fija, denominada «Muerte gloriosa», donde de manera emotiva se describían rasgos de la vida y de las circunstancias del fallecimiento de los combatientes, su militancia política si existía (falangista, requeté o participación en las milicias cívicas de voluntarios al comienzo de la contienda), quiénes eran sus familiares  y cómo se había desarrollado su funeral. En ocasiones en la sección aparecían fotos de los finados, lo que nos ha permitido utilizarlas para esta entrada del blog.

Antonio Escudero Jiménez, de 54 años, fallecido el 21 de octubre de 1936 en Castro del Río.

De la importancia que adquirían los homenajes a los soldados fallecidos puede servir de ejemplo el que tuvo lugar el 1 de noviembre de 1937, Día de los Difuntos, cuando la Falange local rindió homenaje a sus «caídos» en el frente. Se celebró en la iglesia de Dios Padre, de la que se había hecho cargo la Sección Femenina, la organización de mujeres falangistas. Allí se instaló un catafalco cubierto con la bandera nacional y de la Falange, y sobre ellas una boina roja, un gorro de falangista y otro de soldado. Al pie, se colocó un cuadro con los soldados fallecidos rodeado por una corona de laurel y crisantemos blancos. Durante 24 horas falangistas y requetés carlistas hicieron guardia de honor, y se celebraron misas con la asistencia de las autoridades civiles y militares. El reconocimiento público también les llegó a los soldados “caídos” con la construcción de la Cruz de los Caídos en el llanete de Santo Domingo (trasladada con la llegada de la democracia a la explanada del cementerio, donde todavía se conserva sin signos políticos) o por medio de los nombres de diez calles que aún se mantienen en el barrio de la Calzada: José Morillo Beato, Teniente Aguilar Cañete, Alférez Díaz Sánchez, Julián Guardeño Cañete, Rafael Navarro Linares, Rafael Valverde Montes, Antonio Calvo Sánchez, Antonio Escudero Jiménez, Antonio Serena López y José Nieto Muñoz, este último fallecido mientras luchaba en la División Azul en 1942.

José Díaz Roldán, de 18 años, desapareció el 23 de septiembre de 1936 en la aldea de Santa Cruz.

Las recompensas para los excombatientes del Ejército franquista no solo fueron simbólicas, sino que también se materializaron en beneficios económicos. En el mes de julio de 1939, 452 hombres (285 subsidiarios y 167 adicionales) cobraban en Lucena el subsidio al excombatiente, lo que suponía un gasto para el Estado de 72.435 pesetas. Este subsidio se destinaba a ayudar, durante un periodo máximo de cuatro meses, desde la fecha de su desmovilización hasta su incorporación al trabajo, a los soldados que habían luchado en el bando franquista. También la Ley de 25 de agosto de 1939, de la Jefatura del Estado, reservaba el 80% de las plazas en la Administración para las personas del “bando nacional” (excombatientes, excautivos, mutilados, etc.), medida que se amplió a la empresa privada, con lo que antiguos servidores del nuevo régimen prácticamente coparon todos los puestos de trabajo públicos. En Lucena se adelantaron incluso a la Ley: en el mes de mayo de ese mismo año, ya encontramos solicitudes de excombatientes (avaladas por la Falange local) que, alegando su condición, solicitaban ocupar plazas en la Administración municipal.

Cruz de los Caídos, en memoria de los soldados lucentinos del bando franquista, que existía en la esquina de la plaza de los Maristas.

Cuando hablamos del Ejército republicano o del Ejército franquista hemos de tener en cuenta que los soldados que fallecieron mientras estaban alistados en ellos no tenían por qué tener esa ideología. Es verdad que algunos lucentinos, más concienciados políticamente o forzados por las circunstancias, marcharon voluntarios o se integraron en las unidades cívicas al servicio de los militares sublevados, como el Escuadrón de Caballistas Aracelitanos, un grupo de 50 jinetes que actuaron al comienzo de la contienda en incursiones en localidades de alrededor (Puente Genil, Castro del Río, Espejo, Cuevas de San Marcos, etc.). Sin embargo, la inmensa mayoría fueron movilizados por su quinta de manera forzada y no tenían más opción que cumplir con el llamamiento, con independencia de su ideario político. Esto explica que se produjeran con posterioridad deserciones en las líneas de frente o que soldados de ideologías republicanas o de izquierdas, como el socialista Luis Cordón Serrano, fallecieran luchando en el Ejército sublevado. La identidad de los 129 combatientes y soldados lucentinos del Ejército franquista muertos por acciones de guerra o en los frentes de batalla, más la de otros 10 soldados forasteros fallecidos o enterrados en la localidad, se puede consultar en este enlace.

Fotografías de combatientes del Ejército franquista fallecidos en la guerra 

 

 

 

4 comentarios en “Soldados lucentinos del Ejército franquista fallecidos durante la guerra civil

  1. Hola Arcángel: Estoy buscando la fecha y lugar de la defunción de un soldado del Ejército de Franco (Antonio Cobo Miranda, de 18 años) a petición de su familia, fallecido en la Batalla del Ebro. El Archivo de Guadalajara me ha facilitado su expediente pero, sorprendentemente, no figura nada sobre su muerte o desaparición. Sí que estaba encuadrado en el Regimiento del Infantería de Zaragoza nº 30, pero nada más. He solicitado el diario de operaciones de esta unidad, pero temo que no haya nada, pues se solían confeccionar a nivel de división. Me comentaron que efectivamente solían inhumarlos en los cementerios y en algunos casos en fosas comunes a lo largo de las carreteras de los lugares por los que iban pasando, asentándolos en los Registros Civiles de los mismos. ¿Se te ocurre algo al respecto? Gracias.

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